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Modelo de atención con enfoque del curso de vida

Reflexiones sobre su significado, características, cómo estamos en panamá y qué hacer para desarrollarlo.

Modelo de atención con enfoque del curso de vida

En seguimiento a mi artículo sobre la adecuación de las RISS me refiero hoy a la necesidad de implementar un modelo de atención con enfoque del curso de vida, centrado _por ende_ en la persona, la familia y la comunidad.

Aunque tenemos bastante material _nacional e internacional_ escrito al respecto, la verdad es que sigue siendo otro asunto pendiente como principio organizador de las redes que contribuya a alcanzar la integración del sistema público de salud, y la cobertura universal de salud.

En ese sentido, ofrezco reflexiones sobre su significado, características, cómo estamos en panamá y qué hacer para desarrollarlo.

Modelo de atención con enfoque del curso de vida: significado

En pocas palabras —el modelo de atención con enfoque de curso de vida significa organizar la atención en salud no en torno a enfermedades sueltas, ni a episodios agudos, ni a la edad como una “caja” aislada, sino a trayectorias. Cada persona no es un caso; es un continuo de salud —antes de nacer, infancia, adolescencia, adultez, vejez— con determinantes que se acumulan y se expresan más adelante. Por eso, cuando se aplica correctamente, este enfoque termina centrando la atención en la persona, su familia y su comunidad; no en la institución, no en la fragmentación prestacional, no en “consultas” como actos aislados.

¿Qué significa operativamente?

Que el sistema se hace responsable del resultado y trayectoria de salud de cada persona y población adscrita, y de los hitos críticos que deben protegerse en cada etapa (ej.: desarrollo infantil temprano, salud mental adolescente, control de factores de riesgo cardiovascular en la madurez, envejecimiento funcional). Y que se trabaja en proactividad, no reactivo.

Características esenciales del modelo de atención con enfoque del curso de vida

Veamos las capacidades concretas del sistema.

Población definida y adscrita

El equipo de salud MINSA/CSS tiene una población adscrita claramente definida. Esto habilita, por lo menos los siguientes procesos:

Identificación sistemática de riesgos

La primer consecuencia de lo anterior es que existe un proceso estructural que conoce para cada persona, familia y comunidad:

Esto genera estratificación para priorizar acciones.

Intervenciones anticipatorias y no reactivas

Siguiendo la lógica inicial, el sistema se mueve antes de que ocurra la enfermedad. Por ejemplo:

Es la lógica del “costo evitado” y “evento prevenido”.

Continuidad real

Implica, por lo menos, lo siguiente:

Constituye uno de los cuello de botella en Panamá: hoy tenemos tratamiento de los episodios de enfermedad, en lugar de gestionar el cuidado continuo de las personas, familias y comunidades.

Equipos integrales, multidisciplinares, territoriales

Los equipos de salud bajo el enfoque de curso de vida son equipos de función, no de profesión, porque se organizan alrededor de lo que se debe lograr en la trayectoria de salud de la persona, la familia y la comunidad, y no alrededor de títulos o jurisdicciones corporativas.

Un equipo de función se diseña en torno a la tarea colectiva _gestionar riesgos, preservar desarrollo, evitar discapacidad_ y articula las competencias necesarias (médica, enfermería comunitaria, nutrición, salud mental, trabajo social, agentes comunitarios), integrándolas en un solo proceso de cuidado continuo y no en “servicios separados” que se visitan de forma secuencial.

Vínculo con familia y comunidad

El nivel primario debe conocer plenamente su territorio. Implica:

No se trata de “promoción folklórica”. Es ciencia operacional de redes sociales aplicada a salud.

Integración programática total

La integración programática total implica que los llamados “programas verticales” (materno infantil, vacunación, crónicos, VIH, TB, salud mental, etc.) se fusionan operativamente en trayectorias de cuidado que acompañan la vida real de las personas, de modo que los puntos de contacto y las intervenciones no compiten sino que se refuerzan.

En lugar de tener múltiples protocolos, agendas separadas y bases de datos fragmentadas, el equipo gestiona un único hilo longitudinal: desde el embarazo al puerperio, de allí al desarrollo infantil temprano, luego a la adolescencia, y así sucesivamente. Esta integración permite eliminar duplicidades, reducir tiempos muertos e impulsar sinergias críticas (por ejemplo, aprovechar el control de hipertensión para reforzar salud mental o estilos de vida), optimizando cada encuentro con el sistema y aumentando el valor sanitario para la persona y la comunidad.

Métricas de resultado, no de producción

Este es el cambio cultural más duro. El cambio hacia métricas de resultado _y no de producción_ significa que el sistema deja de medir su “éxito” por el volumen de actos realizados y comienza a medirse por el impacto real sobre la salud y la capacidad funcional de las personas.

Es un cambio profundo en la lógica de gestión: el valor ya no está en el “contacto” sino en el cambio producido. Esto obliga a mirar longitudinalmente y obliga también a trabajo de equipo, porque ningún resultado relevante se logra en un solo evento. Cuando se miden resultados _no actos_ las prioridades se reorganizan solas: se invierte más en prevención, educación, nutrición y salud mental; y menos en repetir consultas inefectivas que solo inflan estadísticas sin mejorar vidas.

Panamá: breve resumen de situación del modelo de atención

Tenemos muchas islas de modernidad (vacunación, algunos programas de crónicos bien trabajados), pero no una arquitectura de cuidado continuo centrado en la persona.

¿Qué hacer para desarrollar el modelo de atención con enfoque del curso de vida?

Para desarrollar el modelo en Panamá, necesitamos pasar de la retórica a arquitectura operativa: definir población adscrita por equipos interinstitucionales MINSA/CSS; rediseñar el primer nivel con equipos de función completos (incluyendo nutrición y salud mental); habilitar historia clínica única interoperable; y alinear incentivos y métricas hacia resultados de salud, no actos. Esto no es un proyecto ni un piloto: es una reforma silenciosa que cambia el sistema “por dentro” mientras sigue funcionando, integrando lo vertical en líneas de vida y territorializando la gestión con datos de riesgo y metas individuales. No requiere edificios nuevos, sino gobernanza, interoperabilidad y liderazgo clínico; y puede empezar mañana mismo, centro por centro, territorio por territorio.

Si Panamá no logra esto, no controlaremos los costos crecientes, ni los crónicos, ni la transición demográfica. Con este enfoque sí podríamos, porque alineamos a todo el sistema con el “valor” real: evitar enfermedad, preservar función, sostener bienestar familiar y comunitario.

Lecturas complementarias

 

 

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