
Para aterrizar esa definición de la OMS en neustro contexto capitalino, compartiré a continuación, el estado de algunos parámetros que hacen de la nuestra una ciudad enferma.
Vivimos en una ciudad enferma: la falta de planificación urbana
De acuerdo a las denuncias casi cotidianas, “en nuestra ciudad no existe la “planificación urbana”, al contrario, el crecimiento urbano ha sido anárquico y desordenado. Hay un auge de construcciones desproporcionadamente inmensas para los barrios donde están ubicándose, con la anuencia de nuestras autoridades… Tampoco existe un efectivo control social de la gestión. Y qué decir de la atención a las necesidades de los ancianos.
Nuestra organización social es débil, las calles son un desorden, en el cual impera la anarquía de la ley del más vivo y el más fuerte, ante la ausencia absoluta de la fuerza policial, que debería existir para poner orden y ayudarnos, en vez de limitarse a poner “Retenes” los viernes y días de pago…
Vivimos en una ciudad enferma: la inseguridad
Sobre los espacios saludables, cualquiera diría que ahí está el Parque Omar, o la calzada de Amador, u otro de los que tenemos. Pero trate usted de llegar a un parque, tiene que salir de su oficina o de su casa, dispuesto a pasar una hora en el “tranque”, estresándose, enfermándose y sufriendo toda clase de abusos e improperios por parte de la mayoría de los conductores… Al final nos conformamos con los centros comerciales, donde perdemos nuestra identidad, vemos una película mala, pues aquí solo nos exhiben películas de monstruos imposibles, superhéroes o muñequitos. También practicamos el consumismo desenfrenado y nos alimentamos de comida chatarra que contribuye a enfermarnos más aún…
La ciudad enferma, el transporte público y las zonas verdes
¿Cuándo fue la última vez que paseamos por el Parque Omar o la Calzada de Amador? ¿Hay otros parques cerca de nuestras casas? ¿Cuánto tiempo tardamos en llegar a nuestro trabajo todos los días? ¿Caminamos, lo hacemos en bicicleta, en nuestro carro, en el ineficiente sistema de transporte que padecemos? Es probable que la mayoría de los que vivimos en la ciudad de Panamá, excepción de unos pocos corregimientos privilegiados, demos respuestas desalentadoras a estas preguntas.
La ciudad enferma y la basura
Pero… ¿y nosotros que hacemos para evitar esta acumulación de basura? En honor a la verdad debo reconocer que hacemos poco o nada, veamos: botamos, sin ocuparnos de separarla y empaquetarla adecuadamente, cualquier clase de basura en las aceras, veredas, zaguanes, calles, y después esperamos que vengan los de la Autoridad de Aseo y recojan todas las porquerías que arrojamos. Y como eso no ocurre con la frecuencia debida, sobre todo en los barrios menos favorecidos, la basura se acumula convirtiéndose en criadero de alimañas y fuente de enfermedades. Y sumemos a esta inmundicia las inundaciones al llegar las lluvias por el acumulo de desperdicios en los cauces de nuestros ríos. Admitamos entonces que los panameños no tenemos suficientes costumbres y valores para el manejo efectivo de la disposición final de los residuos.
La ciudad enferma y la gestión municipal
- Atender las necesidades básicas de todos los habitantes (educación, vivienda, empleo y seguridad)…;
- Tomar medidas para eliminar la contaminación del aire, el agua y el suelo en las ciudades, y luchar contra el cambio climático en el ámbito local para que nuestras industrias y ciudades sean respetuosas con el medio ambiente y garantizar aire y energía limpios;
- Invertir en nuestros niños, dando prioridad al desarrollo durante la primera infancia y garantizar que las políticas y programas de las ciudades en materia de salud, educación y servicios sociales no dejen atrás a ningún niño;
- Hacer que nuestros entornos sean seguros para las mujeres y las niñas, protegiéndolas especialmente del acoso y la violencia de género;
- Mejorar la salud y la calidad de vida de la población pobre de zonas urbanas, los habitantes de barriadas marginales y asentamientos informales, y los migrantes y refugiados —y velar porque tengan acceso a viviendas y atención de salud asequibles;
- combatir las diferentes formas de discriminación contra las personas que tienen discapacidades o VIH/sida, las personas mayores, y otras;
- Proteger nuestras ciudades contra las enfermedades infecciosas tratando de asegurar la inmunización, agua limpia, saneamiento, la gestión de los desechos y el control antivectorial;
- Diseñar nuestras ciudades a fin de promover la movilidad urbana sostenible, los desplazamientos a pie y la actividad física a través de barrios atractivos y respetuosos con el medio ambiente, infraestructuras para un transporte activo, leyes robustas sobre seguridad vial y la accesibilidad de las instalaciones de juego y ocio;
- Poner en marcha políticas sobre la inocuidad y sostenibilidad de los alimentos que potencien el acceso a alimentos saludables y asequibles y a agua sana, reduzcan la ingesta de azúcar y sal, y reduzcan el consumo perjudicial de alcohol, especialmente a través de la reglamentación, el control de precios, la educación y los gravámenes fiscales;
- Logar que nuestros entornos estén libres de humo legislando para que los lugares públicos interiores y el transporte público estén libres de humo, y prohibiendo todas las formas de publicidad, promoción y patrocinio de tabaco en nuestras ciudades.
Por nuestra parte, los ciudadanos estamos obligados a vencer la indiferencia, pasividad, falta de interés respecto de la política y ejercer con efectividad nuestro derecho y deber de controlar la gestión pública. Si no lo hacemos aumentamos el margen de maniobra y la discrecionalidad de las autoridades, en este caso municipales.
Al final mi conclusión es que nuestra ciudad está enferma y necesita que todos nos juntemos para ayudarla a sanar, convirtiéndola en un territorio idóneo de calidad de vida, bienestar, seguridad que queremos.
