Icono del sitio

Programa Estudiar sin hambre

Condición obligatoria para nuestro desarrollo con justicia y equidad

Estudiar sin hambreActualizo esta entrega sobre el programa Estudiar sin hambre compartiendo las conclusiones del informe del MEDUCA sobre “Conocimientos, actitudes y prácticas (CAP) sobre alimentación saludable de la comunidad educativa en las escuelas del programa Estudiar sin hambre” y los invito a la lectura del documento completo.

Recordemos que, el objetivo primordial de la Ley es el de “garantizar que la población escolar panameña que asiste a los centros oficiales de educación prescolar, básica general, pre media y media, tenga acceso a una merienda diaria para complementar su dieta familiar, en beneficio del estudiante, con el fin de obtener un mejor rendimiento escolar”. También, contribuirá al desenvolvimiento biopsicosocial del aprendizaje, el rendimiento escolar y la formación de hábitos alimenticios saludables. De su efectiva implementación dependerán la salud, el bienestar y el futuro de los miles de niños y niñas que habitan nuestras comarcas y provincias más pobres, olvidados permanentemente por buena parte de nuestros gobernantes que no han pasado del discurso solidario. Se trata pues, de un imperativo moral y ético para nuestro desarrollo integral.

Aunque el programa fue creado con la Ley 115 en 2019, no fue hasta el 2022 que pudo tener su arranque, ya que anterior a eso las clases fueron suspendidas por la pandemia. En todo caso, es importante subrayar de entrada que, de acuerdo con MEDUCA, el programa “Estudiar sin Hambre” tendrá una ejecución de $9.1 millones para el año escolar 2023. Los beneficios llegarán a 486 escuelas a nivel nacional que impactarán aproximadamente a 101,312 estudiantes de las 16 regiones educativas, incluyendo las provincias y las tres comarcas indígenas. El programa ofrecerá comida saludable y nutrición adecuada a estudiantes de centros educativos oficiales, con el fin de mejorar su rendimiento y desempeño académico.

Estudiar sin Hambre: fundamentos

En Panamá, en medio de un modelo económico que beneficia principalmente a unos pocos, el hambre y la desnutrición son dos flagelos que causan grave retardo en el crecimiento y desarrollo físico y mental de la mayoría de los niños y niñas de nuestras comarcas, limitando su capacidad para aprender y superarse, promoviendo la deserción escolar y condenándolos sin remedio al ejercicio de trabajos mal remunerados y a la pobreza permanente.

La clara sustentación de esta iniciativa, la proporcionan los resultados de las dos mediciones del Índice de Pobreza Multidimensional, IPM, llevadas a cabo por expertos nacionales de reconocido prestigio. De acuerdo con el IPM-Panamá 2017, el 19.1% de los panameños (777,752 personas) se encontraban en una condición de pobreza multidimensional. Es de esperar que los ingresos monetarios de esas familias panameñas no llegan a cubrir la mitad del costo calórico de la canasta básica familiar por mes. Por lo tanto, no parecen estar en capacidad de protegerse contra el hambre y, muy probablemente, la están padeciendo de forma ocasional o permanente, ocasionando desnutrición infantil en forma aguda y crónica.

En las comarcas indígenas fue en donde se presentó las mayores proporciones de personas pobres multidimensionales: en la Comarca Ngäbe Buglé (93.4%), Comarca Guna Yala (91.4%) y Comarca Emberá (70.8%). El promedio de estos tres valores supera en 4.5 veces el valor del promedio nacional. En cuanto a las provincias, las tres con mayor porcentaje de personas en condición de pobreza multidimensional y por encima del promedio nacional, fueron: Bocas del Toro (44.6%), Darién (40.0%).

Más recientemente, el estudio, “Índice de Pobreza Multidimensional de Niños, Niñas y Adolescentes de Panamá 2018”, nos informa que cerca del 16% de nuestros niños, niñas y adolescentes pobres multidimensionales carece de una alimentación variada. Esta es una condición que requiere importante atención debido a que la alimentación saludable y equilibrada tiene un rol primordial en la salud y desarrollo de este grupo poblacional. Determina el adecuado funcionamiento del organismo, el crecimiento y la capacidad de aprendizaje, y la prevención de factores de riesgo de enfermedades.  Este problema también es mucho mayor en las comarcas indígenas y en las provincias más pobres del país.

Conclusiones en el informe sobre “conocimientos, actitudes y prácticas (CAP) sobre alimentación saludable de la comunidad educativa en las escuelas del programa”.

Salir de la versión móvil