
Queremos vivir en una ciudad que sea una “tacita de oro”; con una Autoridad de Aseo que brinde, como reza su Misión, “servicios de recolección y disposición final de residuos sólidos de forma eficiente, con miras a proteger la salud pública, velar por la conservación del ambiente y el aprovechamiento de los desechos; utilizando estrategias y recursos tecnológicos y humanos para satisfacer las necesidades y superar la expectativas de nuestros usuarios”
Pero… ¿qué hacemos para colaborar?
No me cabe duda que nuestros deseos son justificados, pues le corresponde a las instituciones del Estado llevar acabo las funciones arriba señaladas y la población debe velar por el cumplimiento cabal de estas responsabilidades. Pero… ¿y nosotros que hacemos para colaborar con “Basura Cero”? En honor a la verdad debo reconocer que hacemos poco o nada, veamos: botamos, sin ocuparnos de separarla y empaquetarla adecuadamente, cualquier clase de basura en las aceras, veredas, zaguanes, calles: restos de comida, latas, botellas, plásticos, colchones, televisores y refrigeradoras viejas, etc…, y después esperamos que vengan los de la Autoridad de Aseo y recojan todas las porquerías que arrojamos. Y como eso no ocurre con la frecuencia debida, sobre todo en los barrios menos favorecidos, la basura se acumula convirtiéndose en criadero de alimañas y fuente de enfermedades. Y sumemos a esta inmundicia las inundaciones al llegar las lluvias por el acumulo de desperdicios en los cauces de nuestros ríos. Admitamos entonces que los panameños no tenemos suficientes costumbres y valores para el manejo efectivo de la disposición final de los residuos.
¿Qué podemos hacer para apoyar el programa Basura Cero?
Pero esto no tiene por qué ser así, debe y puede mejorar con una adecuada y efectiva participación de la comunidad (incluidas las ONGs) en el manejo integral de los residuos sólidos, incluyendo, claro está, la vigilancia del buen funcionamiento de los programas del gobierno, en especial “basura cero”, y una prestación de servicios más eficiente. En este sentido existe consenso sobre la necesidad de desarrollar una educación ambiental dirigida a crear en la población las competencias necesarias para participar en la gestión de tres procesos fundamentales: (i) un consumo responsable que tenga en cuenta, además del precio y la calidad, las características sociales y laborales de su producción y las consecuencias ambientales posteriores; (ii) por otro lado las familias pueden minimizar los residuos cambiando sus hábitos de consumo rechazando aquellos envases que les resultan inútiles, recuperando o reutilizando materiales y ayudando al reciclaje de otros; (iii) finalmente los integrantes de la comunidad deben separar una o varias de las distintas fracciones de residuos que generan en el mismo lugar de producción (domicilios, escuelas, negocios, industrias, entre otros), evitando de esta manera que se conviertan en basura.
Con estas acciones de la población colaborando por el programa “Basura Cero” se puede reducir y recuperar una enorme cantidad de materiales desechados de una manera simple y económica. Claro está, que el Municipio por su parte debe garantizar la existencia de los sitios adecuados para la disposición, reciclaje y recuperación de los residuos, y la Autoridad de Aseo debe cumplir de forma eficiente y oportuna sus funciones de recolección y disposición final de residuos sólidos.
