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Cuidemos a nuestros adultos mayoresCuidemos a nuestros adultos mayores, pues, como dice el escritor chileno Humberto Maturana…los niños, niñas y jóvenes se van a transformar con nosotros, con los mayores, con los que conviven, según sea esa convivencia. El futuro de la humanidad no son los niños, somos los mayores con los que se transforman en la convivencia…” Y agregó para la sorpresa de muchos: “Nosotros hoy somos el futuro de la humanidad. Los niños se transforman con nosotros. Van a reflexionar, van a mentir, van a decir la verdad, van a estar atentos a lo que ocurre, van a ser tiernos, si nosotros los mayores, con los que conviven, decimos la verdad, no hacemos trampa, o somos tiernos…”

Aunque soy de los que piensan que los niños son los dueños del futuro, comparto la afirmación de Maturana, subrayo la necesidad de que cuidemos a nuestros adultos mayores. Agrego que para que nuestros niños se transformen con nosotros, comencemos los adultos transformándonos, comprometiéndonos con revisar, recuperar y fortalecer nuestros valores y principios, pues es sabido que nuestra sociedad está atravesando una pérdida de valores sin precedentes en nuestra historia.

Cuidemos a nuestros adultos mayores

Ahora sí, démosle un vistazo a la información disponible sobre las personas de la “tercera edad” en nuestro país. De acuerdo a la publicación del INEC “Panamá en cifras 2015”, la población de 65 y más años de edad representará el 12% del total en el 2017 y va en aumento, con un ligero predominio de las abuelas (53%) sobre los abuelos (47%), lo cual es muy bueno, porque ellas son las depositarias de nuestros valores y principios.

Cuidemos a nuestros adultos mayores

La misma publicación estima que cada cinco años la población de personas mayores de 60 años aumenta en un 15%, y que para 2050 el país contará con casi 1.5 millones de ciudadanos mayores de 60 años. ¡El 24% de la población total!

Cuidemos a nuestros adultos mayores

Llamado de atención de la OMS sobre la salud de los adultos mayores

Por su parte la OMS nos dice que “el envejecimiento de la población puede considerarse un éxito de las políticas de salud pública y el desarrollo socioeconómico, pero también constituye un reto para la sociedad, que debe adaptarse a ello para mejorar al máximo la salud y la capacidad funcional de las personas mayores, así como su participación social y su seguridad

Y agrega que: “Gozar de buena salud es fundamental para que las personas mayores mantengan su independencia y puedan tener un lugar en la vida familiar y en su comunidad. Cuidar la salud a lo largo de la vida y prevenir la enfermedad puede evitar o retrasar la aparición de enfermedades crónicas y no transmisibles. Pero esas enfermedades también deben ser detectadas y tratadas a tiempo con el fin de reducir al mínimo sus consecuencias; además, quienes padezcan una enfermedad avanzada necesitarán cuidados y un apoyo adecuados de forma prolongada. El mejor modo de prestar esos servicios es mediante un sistema integral de atención primaria” (el subrayado es mío).

Y ratifica el propósito de esta publicación cuando afirma que: “Las personas de edad trabajan de forma remunerada o no remunerada, atienden a familiares y amigos, y colaboran tras la jubilación en organizaciones y asociaciones. Transmiten su experiencia a las generaciones más jóvenes y, de ese modo, les ayudan a reforzar sus aptitudes. Un elevado porcentaje de las personas mayores cuidan de sus nietos y de otros parientes y amigos de forma regular y de ese modo, en el caso de los nietos, ayudan también a sus hijos…

¿Qué hacemos en Panamá?

Pero resulta que Panamá, de acuerdo a expertos y dolientes, no es tierra para los ancianos. Así, nos manifiesta el sociólogo y docente universitario Fernando Murray:

…vivimos en una sociedad que descalifica a los ancianos. Pertenecer a la tercera edad en Panamá pareciera ser sinónimo de improductividad, inclusive se asocia con un estado deficitario, en el plano intelectual…” “…tan pronto la persona cruza la barrera de la jubilación, de manera casi inmediata, se les va restando protagonismo y participación, en los espacios de actividad que en otrora se desempeñaban, inclusive dentro de los grupos más próximos e íntimos, como la familia, pierde esta persona el estatus y el liderazgo del cual gozaba…

Por su parte el dirigente de los jubilados Eladio Fernández añade que:

a los ancianos no se les reconoce su aporte a la sociedad: ‘Este país se hizo gracias al esfuerzo de los jubilados, el desarrollo económico no lo produce el gobierno; sino gracias al recurso humano, al esfuerzo de distintas generaciones…”. Y agrega: “…no hay oportunidades para quienes entran a la etapa final de la vida. A los jubilados se nos trata como desechos humanos. Se nos ha quitado la dignidad. Nuestros derechos han sido obviados por la mayoría de los gobiernos. Nos tratan como animales, somos reprimidos, se nos niegan nuestros derechos…”

Por otro lado, reconozco que recientemente el Ejecutivo sancionó y promulgó la Ley que establece la normativa para la protección integral de los derechos de los adultos, así como la creación del Instituto Nacional del Adulto Mayor. La ley recupera los derechos de las personas mayores, de especial importancia me pareció que “se priorizará la atención y permanencia de los adultos mayores en sus residencias y rodeadas de sus familiares, respecto a su colocación en instituciones de protección de los adultos mayores”. Los invito a leerla, hacerla cumplir y hago votos porque nuestros alcaldes no le quiten el techo a nuestros ancianos, como parece augurar la nueva ley que cede a los municipios el cobro del impuesto de bien inmueble…

Espero y confío que al momento de escribir esta glosa, la Ley haya sido reglamentada, se encuentre vigente y se aplique. En todo caso, los panameños tenemos que echar abajo los estereotipos y comenzar a valorar y respetar, en serio a todas las personas mayores, no solo a nuestros familiares. Abramos los espacios para que éstas puedan participar plenamente y en iguales condiciones que los jóvenes, en actividades sociales, políticas, económicas, culturales, espirituales, cívicas y de muchos otros tipos. Acabemos con esa marginación estructural, que las considera como menos vigorosas y menos útiles. Las personas mayores no son necesariamente frágiles, «anticuadas», incapacitadas para el trabajo, débiles, de reacciones lentas, discapacitadas o de plano incapaces. Este prejuicio separa a la sociedad en jóvenes y viejos. Y se pierde la sociedad del valioso aporte de los mayores…

El reto es entonces cuidar la salud y el bienestar de nuestros abuelos y aprovechar la inmensa sabiduría que poseen…

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