El año pasado señalaba en artículo sobre el tema publicado en La prensa que “en nuestras calles rige la ley del más fuerte y el más vivo. Se vive la esencia de la anarquía al volante, ante la ausencia casi absoluta de autoridad que haga cumplir las ordenanzas…” Pues bien, un año después y varios artículos al respecto, entre ellos el último en el que subrayo que Panamá nos necesita a todos, llego a la triste conclusión de que aquí no ha cambiado nada y sigue la anarquía al volante. Los panameños y panameñas nos transformamos cuando nos colocamos tras el volante. Nos tornamos arrogantes, agresivos, irrespetuosos y desconsiderados. ¡Solo nos importa jugar vivo, sin importar a quien perjudiquemos…!
En ese contexto, por la importancia del tema, y ante la inminencia de la Navidad y el Año Nuevo, considere obligatorio reiterar algunos mensajes que ya he compartido en otras publicaciones, e insistir sobre la necesidad de cuidar nuestras vidas y disfrutar con mesura y responsabilidad de estas celebraciones de amor, vida y esperanza. Hagamos el esfuerzo por recuperar nuestros valores cívicos y divertirnos sanamente, superando el desenfreno que nos caracteriza a muchos cada vez que tenemos una celebración. No olvidemos que nos ponemos en peligro, y podemos llenar de luto a nuestras familias y a esta sociedad que nos necesita vivos y productivos a todos y todas. Insisto a continuación en las estadísticas que he compartido antes y subrayo la urgencia de tomar conciencia de este grave problema de salud pública y superar la anarquía en las carreteras.
Estadísticas que reflejan la anarquía en nuestras calles
El Instituto Nacional de Estadística y Censo nos informa que en el país durante el 2016 ocurrieron 55,586 accidentes de tránsito, de los cuales cerca del 80% correspondieron a colisiones y la tendencia es al aumento; en ese mismo año hubo 14,985 heridos y 447 fallecidos. En todos los casos la tendencia también es al aumento. Siguen siendo las principales causas de estos fallecimientos: el exceso de velocidad, las distracciones como chatear frente al volante, el estrés cotidiano, manejar bajo los efectos del alcohol, la impericia y el incumplimiento de los reglamentos de tránsito, como el no usar el cinturón de seguridad o, en el caso de los motociclistas, no usar casco. Estimaciones del mismo INEC nos hacen suponer que cerraremos el año 2017 con cerca de 60,000 accidentes y 447 fallecidos adicionales.
Además, de acuerdo a estudios llevados a cabo por la OMS, las pérdidas económicas producto de los accidentes de tránsito equivalen a 5% del PIB de los países, lo cual en Panamá equivaldría a cerca de 1,000 millones de balboas anuales. Este tema, por las pérdidas de vidas humanas y las económicas debería ser de la más alta prioridad nacional, tanto del Gobierno, como de la Sociedad, pero no lo ha sido, como lo demuestran las cifras que nos proporciona el INEC.
Estamos frente a un grave problema de salud pública. Nuestra sociedad pierde todos los años un promedio cercano a los 450 ciudadanos, la mayoría en edades productivas, por causas que pudieron y debieron evitarse. Y, lo más doloroso es que las cifras se mantienen año tras año, lo que indica que como sociedad y gobierno, no hemos sido capaces de controlar y disminuir el número de heridos y fallecidos por accidentes de tránsito, con su secuela de sufrimientos y pérdidas emocionales, sociales y financieras para las familias afectadas y para todo el país.
Compromisos del gobierno para ayudara superar la anarquía
El gobierno debe honrar su compromiso, desarrollar una política real de prevención vial y fortalecer la aplicación efectiva de las intervenciones propuestas en nuestro Plan Nacional para el Decenio de Acción para la Seguridad Vial 2011-2020, el cual lanzamos con bombos y platillos, confirmando nuestro compromiso nacional con el Plan Mundial de Naciones Unidas para el Decenio de Acción para la Seguridad Vial 2011-2020.
Es evidente que los logros del plan han sido muy limitados, como lo reflejan las estadísticas citadas al inicio. Es cierto que se han intensificado y modernizado los controles policiales, aunque son insuficientes y sería una excelente idea que fuesen una actividad conjunta con la ATTT, de modo que mientras unos dirigen, los otros castigan a los infractores.
En todo caso nos toca a los panameños tomar conciencia de los factores de riesgo, ejercer el control social de la gestión de este plan y exigirle al gobierno su cumplimiento. ¡Hagámoslo, venzamos la anarquía y cuidemos nuestras vidas!