Consternado por el desarrollo de la epidemia de COVID-19 que nos han causado en nueve meses cerca de 250,000 enfermos, más de 3,800 fallecidos, y amenaza desde hace una semana con provocar más de 4,000 casos diarios y 50 defunciones también diarias, llevándonos al colapso nacional; me puse a reflexionar sobre la influencia que tienen los valores de los panameños, o la pérdida de los mismos, en nuestro comportamiento individual, colectivo, e incluso institucional, que contribuye al aumento exponencial y descontrolado de los casos y defunciones que vemos con desconsuelo a diario.
Esa reflexión me llevó a recordar que hace más de diez años Juan Salvador Lavado, el genial Quino, manifestaba que el ser humano contemporáneo se caracteriza, entre otras cosas, por su afición al placer; depender de lo exterior, de la imagen; es egoísta y superficial en el manejo de las relaciones humanas; además es esclavo del culto a la belleza, al dinero, al talento, a la juventud, y sobre todo y ante todo al éxito. Y no digo que ese sea el caso de nosotros los panameños, pero hoy, en medio de esta crisis, es obligatorio preguntarnos, si esa radiografía que hizo el famoso humorista y dibujante argentino, es la nuestra. Comparto a continuación el contenido de mi artículo de hoy en La Estrella de Panamá, en el que reflexiono sobre el tema.
Pues bien, dependiendo de lo que uno ande buscando, bastaría con mirar los videos que circulan en las redes sociales, echarse un viajecito en el Metro, o visitar un centro comercial y darle una mirada al comportamiento de muchas personas; para ratificar que, con no poca frecuencia, la superficialidad, la vanidad, la presunción, el desenfreno y la poca responsabilidad, están presentes en el comportamiento diario de muchos ciudadanos quienes, indiferentes ante la presencia del virus, hacen caso omiso de las medidas de seguridad que conocen, se contagian, se enferman, llevan el microbio a sus hogares causando enfermedad y muerte a sus familiares mayores y a ellos mismos, porque el virus no perdona a nadie.
Por otro lado, de acuerdo con las noticias que proporcionan nuestros medios, este asunto de la pérdida de valores no es exclusivo de las población a nivel individual. También han estado presentes estos meses de angustia y desesperación; la apatía y permisibilidad pública, que facilita la impunidad jurídica y social, propiciando y permitiendo el “juega vivo” y la corrupción, que se han manifestado en el actuar de algunas instancias del Gobierno, empresas privadas, la familia misma, y muchos ciudadanos que aspiran a recibir parte de la repartición de la patria, aun en estos tiempos de pandemia.
Llegado a este nivel del argumento, cualquier lector desprevenido puede concluir, tal vez apresuradamente que, muchos de los panameños, sin distingo de etnia, sexo, creencias o clase social, correspondemos a la imagen referida por el escritor sureño; y nos obliga a preguntarnos: ¿son esos nuestros valores?, ¿cómo podemos cambiar y fortalecer los valores y principios éticos y morales para convertirnos en una sociedad diferente, vigorosa y solidaria, que necesitamos para enfrentar esta crisis y para reconstruir, cuando superemos la pandemia, el Panamá que queremos.
No obstante, como señala Mariela Arce, no es justo ni correcto aceptar como válido para nosotros el estereotipo de que, “no nos importa nada más que la juerga”. Eso es totalmente falso, somos un pueblo trabajador; creativo y productivo, aunque toda la riqueza que producimos se concentra en pocas manos. Somos uno de los países con uno de los niveles más altos de mujeres profesionales, somos autónomos en el manejo técnico del Canal, con científicos, deportistas y artistas de talla mundial. Lo que nos falta es conseguir que todos los panameños en todos los lugares tengan acceso al desarrollo integral que eleve nuestra autoestima y rompa con ese paradigma de la parranda permanente.
Por otro lado, como me recordó recientemente Leonor Calderón, los panameños somos también solidarios, pero es una solidaridad que, a su juicio, raya más en la caridad cristiana (lo cual no es malo) que en la solidaridad como un valor de la ciudadanía. En ese sentido es obligatorio revertir el orden de los valores ciudadanos, anteponiendo el interés colectivo ante el interés individual. Para ello deberemos erradicar el clientelismo, que nos ha acostumbrado a obtener siempre algo a cambio de lo que hace o da.
En todo caso, las semanas que vienen serán cruciales en la lucha por contener la epidemia de COVID-19 en el país. El gobierno está comprometido en fortalecer la llamada trazabilidad para detectar, aislar y tratar a tiempo a todas las personas positivas. Se esta fortaleciendo diariamente la capacidad de resolución de los hospitales, incorporando recientemente más de 200 profesionales cubanos de la salud para colaborar con la atención a contagiados por la COVID-19, en el momento más crítico de la pandemia en el país.
Pero todas esas medidas institucionales no serán suficientes si no recuperamos nuestros valores y cumplimos con disciplina ciudadana, evitando caer en la llamada fatiga pandémica. La amenaza del virus sigue presente con la misma intensidad. De nosotros depende el éxito en el control de esta epidemia.
Por esos motivos, es que no se podía asumir un manejo exclusivamente médico, sin tomar en cuenta los aportes de las ciencias sociales, todas ellas.
Ese enfoque evade la realidad de que la salud es un tema social, histórico, político, económico y biológico. Para ello existe el enfoque de los determinantes sociales de la salud. Todo lo cual ha sido olvidado en la actual coyuntura. A estas alturas queda poco por hacer, muy poca capacidad de maniobra nos queda.
Pero, reitero, que uno de los grandes errores, entre varios, ha sido la gestión solo basada en principios médicos que, han demostrado, poca efectividad por no tomar en cuenta otros factores importantes, como la propia conducta humana. Era un trabajo para psicólogos, preferiblemente psicólogos sociales, así como sociólogos, desarrollistas comunitarios, antropólogos culturales, trabajadoras sociales, comunicadores sociales, entre muchas otras ciencias y disciplinas.
Gracias, totalmente de acuerdo. Lo hemos venido planteando en diversos espacios, pero lamentablemente nos hemos quedado muy cortos.
Totalmente de acuerdo con ambos comentarios, la conducta, los valores y sobre todo la disciplina y el amor a nuestro semejantes y sobre todo a nuestro pais, que se desmorona sino cambiamos de dirección no es algo que va a tener un costo para algunos cuantos sino para todos. Es importante primero el compromiso que asumamos como ciudadanos y como miembros de una familia, preocupados por la salud y por la inestibilidad que se asoma, no podemos permitir que tome cuerpo. Los responsables, coherentes y comedidos debemos ser más.3000 familias estan de lutos hay que evitar a cualquier costo que se sigan vistiendo de tristezas las familias panameñas.
Cualquier medida conlleva una planificación, y un acompañamiento de carácter social consono en lo más posible con la realidad de lo que estamos viviendo.
Gracias doctor Prosperi por sus siempre atinados comentarios.
Gracias a usted. Estamos de acuerdo!
Efectos del escenario de agotamiento pandémico son el aumento del estrés, la ansiedad, la violencia y la depresión, así como un mayor consumo de psicofármacos, que genera comorbilidades y discapacidad e incrementa el gasto en salud.
Los cambios de actitudes y comportamientos hacen que se reduzca la percepción del riesgo al contagio y se abandonen las pautas preventivas, sobre todo en personas de la segunda edad, que se exponen imprudentemente a su propio contagio y al de sus familiares cercanos
El Ejecutivo a través de un Comité Nacional de Expertos en Psicología de adaptación pandémica (acompañado por comunicadores experimentados) puede orientar los lineamientos político sanitarios de conducta social obligatoria ante esta crisis.
Gracias por tus atinados comentarios de siempre!