Recientemente nuestros principales medios de comunicación nos informan del supuesto interés de algunas empresas farmacéuticas internacionales en instalar una planta de producción local de medicamentos en Panamá. Es una buena noticia, pero tiene sus bemoles y debemos estar preparados para sacarle el mayor provecho posible a este emprendimiento.
Promover la producción local de medicamentos es un tema recurrente en el debate nacional por el acceso a los medicamentos que necesita la población. De hecho recuerdo que, hace 33 años, siendo Ministro de Salud el Dr. José Renán Esquivel, QEPD, consideramos la necesidad de incentivar la producción local de medicamentos, y estábamos todos de acuerdo en que Panamá podría ser un centro importante de fabricación Centroamericana de medicamentos por las muchas condiciones que favorecen a nuestro istmo, y algunas a establecer para que nos hagan más competitivos. Lamentablemente el contexto geopolítico del momento no permitió llevar a cabo aquella aspiración, pero ahora sí podríamos.
Para complementar este planteamiento comparto mi publicación del día de hoy en La Estrella de Panamá en la cual argumento a favor de la producción local de medicamentos. Considero que es viable, conveniente y necesaria.
Producción local de medicamentos
Para comenzar, subrayo de entrada que, promover la producción local de medicamentos debe ser una prioridad de nuestras autoridades, para ayudar a rebajar el precio de las medicinas en las farmacias. Se supone que, si son hechas aquí, ya sea por la empresa privada, la CSS o el MINSA, éstas serían más baratas que si las tenemos que traer importadas. pero el éxito de esta producción local de medicamentos depende directamente de la aplicación de Buenas Prácticas de Manufactura (BPM), a fin de certificar que todos los productos satisfacen los requerimientos de identidad, concentración, seguridad y eficacia que garantiza que el medicamento cumple su finalidad de salvar vidas y restaurar la salud de los pacientes que lo utilizan. No menos importante será la regulación efectiva de los precios finales, a fin de evitar la especulación por parte de los productores locales, y resulten nuestros genéricos más caros que los medicamentos importados de marca.
En ese sentido, la Organización Mundial de la Salud señaló hace algunos años que, las decisiones políticas sobre si importar medicamentos esenciales de compañías acreditadas o promover su producción local, y en el segundo caso a qué nivel, se deben basar en un análisis de situación pormenorizado y una valoración realista de la viabilidad de la producción en el país.
Agregó la OMS que, la producción farmacéutica se puede clasificar en tres niveles. La producción primaria comprende la fabricación de ingredientes farmacéuticos activos y productos intermedios; la producción secundaria comprende la fabricación de formas farmacéuticas acabadas a partir de excipientes y sustancias activas, y la producción terciaria se limita al embalaje de productos acabados o el reembalaje de productos acabados a granel. En todo caso, el objetivo más importante debería ser la obtención de medicamentos esenciales de calidad para las personas que los necesitan, a precios asequibles para ellas y para el país.
¿Fabricar en el país y quién lo hace, o comprar a mejores precios?
La OMS añade que existe una mezcla compleja de argumentos sanitarios y económicos que considerar.
- Por un lado, los gobiernos pueden aspirar a suministrar un abastecimiento continuo de medicamentos de bajo costo para los programas de salud pública orientados al control de enfermedades a través de la producción estatal de medicamentos en lugar de la adquisición dentro o fuera del país. Algunos gobiernos consideran que las plantas de fabricación de medicamentos pueden contribuir a reducir las necesidades de divisas, suministrar empleo, mejorar la balanza comercial y la viabilidad de las plantas a través de la exportación de medicamentos, y contribuir al desarrollo industrial y la transferencia de tecnología.
- La realidad, sin embargo, es que no se deben subestimar las dificultades de establecer, o incluso mantener, una industria viable y competitiva. Toda decisión sobre si un gobierno debe intervenir en la producción farmacéutica, y en caso afirmativo a qué nivel, se debería basar en un análisis de situación exhaustivo que determine la viabilidad de cada una de las propuestas. Se debe prestar particular atención a los costos reales (incluida la necesidad de personal técnico y comercial altamente calificado, equipo de importación, repuestos y materias primas), así como a la calidad y los precios con los que los medicamentos de producción local competirán en el mercado.
- Al final la misma organización concluye que, en general, es mejor dejar la producción de medicamentos y vacunas al sector privado. La función del gobierno debería apartarse de la propiedad o gestión de plantas de producción farmacéutica y orientarse a la regulación e inspección de la producción de medicamentos por el sector privado. El gobierno puede fomentar la calidad de los medicamentos de producción local, y fortalecer de ese modo la capacidad industrial, facilitando la formación en buenas prácticas de fabricación (BPF).
Conclusión
Yo opino que podemos hacer las dos cosas: producir los medicamentos esenciales para los asegurados en la CSS, que ya posee las instalaciones y los recursos humanos y; promover el fortalecimiento de la capacidad privada para la producción de medicamentos. En este caso podríamos incluso considerar las asociaciones público-privadas, cuando sea necesario para el beneficio de la población.
Como aporte a la idea de la “Producción local de medicamentos…” se podría considerar la experiencia de Ecuador en el asunto. Aquí, la oferta de fármacos tiene una descomunal orientación mercantilista. Los patrones de consumo no corresponden al perfil epidemiológico del país. La falta de medicamentos esenciales en la red pública supera el 50% y el 12% del CNMB no cuenta con proveedores.
En este escenario, Enfarma fue creada como empresa pública en 2009 (adscrita al proyecto Yachay Tech), cerrada en 2016, liquidada en 2017 (con intervención de CGE) y rematada en 2019 (con deudas incobrables). Con una inversión de 200 millones se proponía un ahorro de 48 millones anuales produciendo 46 medicamentos para la RPIS. Fracasó por graves anomalías administrativas, falta de visión estratégica y debilidad de la Rectoría, que cedió a las presiones de las farmacéuticas nacionales y transnacionales. Fracasó incluso con el suero antiofídico, en el que pudo ser un exportador regional.
Enfarma no logró reducir el número de medicamentos sin oferta, ni sus costos. No cumplió como intermediaria comercial, ni como productora directa.
El cambio de la matriz productiva de fármacos no consideró el poder de las empresas farmacéuticas para interferir y capturar la política pública. Para contrarrestar esa nefasta influencia corporativa debe incorporarse el control ciudadano efectivo (consejos locales de salud) y de la academia autónoma, además de políticas enérgicas en desarrollo e innovación con una robusta presencia estatal en oferta (soberanía farmacéutica) y regulación, y una nítida estrategia de relación con el productor privado.
Excelente, lo incorporaré en el texto del artículo, invitando a la lectura.