Los invito a reflexionar sobre las lecciones de la epidemia de COVID-19 para ayudarnos a mantener o recuperar nuestros logros en salud. Advierto que no la primera vez que me refiero a la necesidad de proteger nuestros logros. De hecho, hace seis años, en una de mis primeras publicaciones, me preguntaba si nuestros logros en salud serían sostenibles. La pregunta era pertinente pues la búsqueda de la equidad en salud, no había sido el imperativo ético para orientar, informar y definir las prioridades de la acción política en materia de salud y bienestar. Mucho menos lo era el enfoque de salud en todas las políticas, como fundamento para la acción sobre los determinantes sociales de la salud, condición indispensable para la reducción y eventual eliminación de las inequidades en la salud y el logro de la cobertura universal de salud.
El análisis de la situación de aquel entonces me permitió identificar como principal determinante de las inequidades en el acceso a la salud y a la educación de los panameños, un modelo de desarrollo económico que genera gran desigualdad y pobreza multidimensional entre la población, y concluir, por ende, que la abolición de la desigualdad, a la vez que fortalecemos la organización y capacidad de resolución de nuestro sistema nacional de salud, será condición indispensable para sostener nuestros logros en salud. En ese sentido comparto a continuación el contenido (ampliado) de mi artículo de opinión en Estrella de Panamá.
Esa conclusión de antes que la pandemia de COVID-19 llegara al suelo patrio, causando enfermedad, pérdidas de vidas, y un grave deterioro económico; sigue siendo válida más que nunca hoy en día. Es la hora de aprender de las lecciones que nos está dejando esta pandemia. Para ello complementaré mis argumentos con las ideas expresadas por el Dr. Jorge Victoria, consultor internacional de la OPS, en la Primera Jornada Científica realizada por el Instituto Gorgas, “El SARS-CoV-2: su impacto y desafíos”.
Equidad en salud, pobreza y desigualdad
Para comenzar, la pandemia ha desnudado y exacerbado las desigualdades que impiden mantener los logros en salud, pues, ni la exposición ni la susceptibilidad al agente infeccioso se distribuye homogéneamente en la población y; la enfermedad se concentra en las poblaciones en situación de vulnerabilidad y exclusión sociales. Como si fuera poco, las desigualdades sociales subyacentes aceleran la propagación epidémica del virus y la falta de acceso a servicios de salud y a la buena información de las poblaciones socialmente más desaventajadas las deja más expuestas y/o susceptibles al agente infeccioso durante las crisis.
Por lo tanto, las consecuencias a corto, mediano y largo plazo de esta sindemia de COVID-19 y desigualdad social sobre la salud poblacional son estructurales, multidimensionales e intersectoriales: afectando las coberturas de inmunizaciones, la mortalidad infantil y materna, nutrición, fecundidad, violencia intrafamiliar, salud mental, condiciones crónicas, discriminación, alienación, y todas las enfermedades no transmisibles, que ya eran la principal causa de enfermedad y muerte en el país.
De acuerdo con el autor, la COVID-19 ha expuesto deficiencias estructurales en políticas y sectores sanitarios, sociales y económicos en las Américas que impactan la resiliencia de los sistemas de salud y de las sociedades. En todo el continente enfrentamos desafíos sin precedentes en salud, economía y sectores sociales, intensificando las desigualdades ya presentes en la región. Propone tres áreas estratégicas de acción prioritaria para avanzar y mantener los logros en salud: la realineación de los valores fundamentales a favor de salud y desarrollo social con desarrollo económico; priorización e inversión en salud, cohesión social, desarrollo y protección social y; la transformación de los sistemas de salud basados sobre la atención primaria de salud.
En ese contexto de las lecciones de la epidemia de COVID-19, la OPS nos recomienda las siguientes acciones clave que promueven el cambio necesario: elevar la salud como una prioridad, esencial para la seguridad, como motor del desarrollo económico y social; priorizar el desarrollo y planificación de políticas integradas; transformar los sistemas de salud para lograr la salud universal y la seguridad humana; invertir en ciencia, tecnología e innovación y garantizar el acceso equitativo a los medicamentos y otros tecnologías sanitarias; fortalecer las Funciones Esenciales de Salud Pública y reducción de riesgos y acciones de mitigación. Huelga agregar que todas son válidas para nuestro país.
Lecciones de la epidemia de COVID-19: conclusiones
- La era posterior a COVID-19 no será un regreso a “como era siempre“.
- Las brechas expuestas en la capacidad de los países para responder a esta pandemia y hacer frente a futuros brotes de enfermedades y emergencias (y su impacto catastrófico en la salud, la protección social y la economía), requieren que los líderes renueven su pensamiento y establezcan un nuevo contrato social a nivel nacional y multisectorial.
- Los intereses en la salud, el desarrollo social, humano y económico no tienen que competir NO tienen que competir entre sí, ni destruir el medio ambiente o exacerbar el cambio exacerbar el cambio climático, sino que pueden fusionarse para hacer avanzar la región en avanzar la región en el desarrollo de sociedades y sistemas de salud resilientes, sostenibles resilientes, sostenibles e inclusivos en las Américas.
- El camino hacia el 2030 es un camino pospandémico: la sociedad en su conjunto ha de revisar y replantear sus prioridades y, en ese proceso, reconocer la primacía del principio de equidad en salud para mantener los logros en salud, recuperar la economía y, por ende, propiciar el desarrollo integral.
Sin duda se tiene que cambiar la nueva forma de dirigir el Estado, con participación ciudadana y mejor distribución del ingreso, permeando como debe ser la educación, la salud, seguridad alimentaria y generación de empleos
Gracias por su comentario. De acuerdo!