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Enfermedades crónicas no transmisiblesMás de 12,000 panameños mueren cada año en el territorio nacional producto de enfermedades crónicas no transmisibles, como la hipertensión, los infartos, la diabetes, enfermedades pulmonares, y todos los tipos de cánceres. Esas defunciones representan más del 60% de todas las causas de muerte, afectan a personas que todavía estaban en edad productiva y tenían mucho que ofrecerles a sus familias y al país.  Y no estamos solos en este trágico escenario, pues de acuerdo con la ONU, en el mundo, “cada 2 segundos, alguien de entre 30 y 70 años de edad muere prematuramente a causa de enfermedades crónicas no transmisibles”. Además, la carga económica de las ENT es enorme, y la inversión financiera para aliviar esta carga en pacientes, familias y cuidadores es comparativamente muy pequeña. Las ‘inversiones óptimas’ de la OMS proporcionan no sólo el retorno financiero de la inversión sino además salud y beneficios sociales.

Sobre este importante asunto manifesté en mi artículo de hoy en La Estrella de Panamá, que, “esta es la verdadera pandemia que viene ocurriendo en el país y en el planeta desde hace por lo menos 30 años”. En nuestro caso, ninguno de los gobiernos que hemos tenido en ese período, con algunas excepciones muy esporádicas, a pesar de existir las suficientes evidencias y compromisos internacionales, se puso a trabajar en serio por un modelo de atención necesario para promover la salud y la vida, prevenir y tratar oportunamente estas enfermedades. Tampoco fue la prioridad el desarrollo de un modelo económico más humano y equitativo, preocupado por el abordaje de las diferencias injustas y evitables y enfocado en el bienestar de todos.

Por su parte, el actual gobierno encontró un terreno abonado con múltiples propuestas para la transformación del sistema de salud y manifestó al inicio de su gestión, su compromiso con un nuevo modelo de atención, basado en la promoción de la salud. Lamentablemente llegó la pandemia de COVID-19, que ya ha causado más 100 mil enfermos y generado cerca de 2,200 defunciones, obligándonos a enfocar nuestro esfuerzo diario en el desarrollo de actividades para frenar el brote y atender oportunamente a las personas enfermas. No hay duda de que eso era, y es necesario, y, aunque estamos lejos de controlar totalmente esta enfermedad, vamos avanzando de forma efectiva hacia el control de la enfermedad.

Pero es hora de que nos detengamos a preguntarnos qué podemos hacer para evitar que todos los años sigan falleciendo miles de panameños y panameñas por enfermedades crónicas no transmisibles que pudieron evitarse. Coloquemos la prevención y control de estas enfermedades no transmisibles, en la agenda del gobierno, sector empresarial y sociedad en su conjunto. Se requieren decisiones específicas sobre qué intervenciones y acciones pueden acelerar el progreso hacia la meta de disminuir la mortalidad prematura por ENT y la pérdida de años de vida productiva. Los componentes esenciales deberán incluir, por lo menos, controles más estrictos sobre el tabaco, el alcohol y el azúcar, así como una inversión enfocada en mejorar la actividad física y las dietas saludables. Para eso necesitamos políticas públicas con enfoque de salud y determinantes sociales, un sistema de salud accesible y equitativo, con capacidad para establecer prioridades e incorporar la atención integral de las ENT dentro de su modelo de atención. Recordemos que estas enfermedades pueden ser diagnosticadas y tratadas oportunamente, y las muertes deben y pueden ser prevenidas y evitadas.

Para ayudarnos a centrar nuestros esfuerzos en garantizar que la prevención y el control de las ENT reciban la atención y la acción que merecen; esta semana celebramos mundialmente la Semana de Acción Global para las ENT. Se parte del reconocimiento de que no estamos haciendo lo suficiente, y es la hora de superar la retórica y pasar a la acción. Para ello se ha propuesto como tema de este año, la rendición de cuentas sobre los compromisos asumidos. Esto significa realizar acciones que monitoreen las intervenciones llevadas a cabo por los gobiernos, por quienes formulan las políticas, las industrias, la academia y la sociedad civil para darle seguimiento y que se conviertan en realidad.

La rendición de cuentas implica el análisis de la forma en que los países utilizan los recursos. Se busca conocer qué ha funcionado para prevenir y controlar las enfermedades crónicas no transmisibles, y qué no lo ha hecho; cuáles fueron las razones del éxito o el fracaso, y dónde se necesita una mayor acción para satisfacer las necesidades de salud y los derechos de todas las personas. No olvidemos que llevamos más de un cuarto de siglo comprometiéndonos con muchas metas para la prevención y el control de las ENT, desde los ODM hasta los ODS, así como las metas de la OMS sobre estas enfermedades. Todos esos compromisos cuentan con mecanismos de rendición de cuentas. Es la hora de ponerlos en marcha, fortalecidos mediante actividades independientes de rendición de cuentas con amplia participación de la sociedad civil.

 

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