Al principio de este año me referí en mi Columna de Opinión en La Estrella de Panamá a los determinantes políticos de la salud y comencé subrayando que, la salud de las personas está determinada por un conjunto de circunstancias en que estas nacen, crecen, trabajan, viven y envejecen, incluido el conjunto más amplio de fuerzas y sistemas que influyen sobre las condiciones de la vida cotidiana. Hoy luego de dos meses de una profunda crisis política nacional, conviene retomar aquellos argumentos, pues ya comenzamos a ver en la salud, el efecto del contexto político que vivimos.
Determinantes políticos de la salud
Para poner en contexto el tema de los determinantes políticos de la salud, la OMS nos recuerda que, “las fuerzas y sistemas que influyen sobre las condiciones de la vida cotidiana incluyen políticas y sistemas económicos, programas de desarrollo, normas y políticas sociales y sistemas políticos. Las condiciones anteriores pueden ser altamente diferentes para varios subgrupos de una población y pueden dar lugar a diferencias en los resultados en materia de salud. Es posible que sea inevitable que algunas de estas condiciones sean diferentes, en cual caso se consideran desigualdades, tal como es posible que estas diferencias puedan ser innecesarias y evitables, en cual caso se consideran inequidades y, por consiguiente, metas apropiadas para políticas diseñadas para aumentar la equidad”.
Lo anterior puede parecer un disparate para aquellos que piensan que lo más importante para la salud es tener grandes hospitales, clínicas y consultorios; contar con los mejores especialistas, formados en prestigiosas universidades; disponer de los equipos y tecnologías de última generación, así como de medicamentos de calidad y eficacia demostrada y, mejor, de las marcas reconocidas en la industria farmacéutica mundial.
Pero esas condiciones, que son importantes, claro está, lo son únicamente para curar las enfermedades. Poco tienen que ver con la producción de salud, bienestar y desarrollo de una población, el cual viene determinado, en gran parte, por las condiciones de la vida cotidiana que definen los determinantes sociales de la salud; los cuales incluyen políticas y sistemas económicos, programas de desarrollo, normas y políticas sociales y sistemas políticos, que es tema que nos ocupa.
Por esa razón los determinantes políticos de la salud son, en mi opinión, los que tienen mayor impacto y alcance sobre las condiciones de vida y salud de la población, pues, cualquier política, normativa y práctica que surja de cualquiera de los poderes del Estado, producto de la orientación política de los líderes, tendrá un impacto directo -positivo o negativo- en la salud y el bienestar de la ciudadanía.
A estas alturas de la glosa, me parece claro afirmar que, el estado de salud y de desarrollo de nuestra población está determinado en gran parte por el modelo político y económico predominante en nuestro país, y, por tanto, hacer pertinentes las recomendaciones que señala la Comisión sobre Determinantes Sociales de la Salud de la OMS para mejorar las condiciones de vida, en especial: velar porque las políticas económicas y sociales tengan en cuenta la cuestión de la equidad sanitaria y; responsabilizar a las más altas instancias gubernamentales de la acción en pro de la salud y de esa equidad sanitaria, a fin de lograr que todas las políticas contribuyan a ese fin de forma coherente.
Este asunto de la equidad sanitaria es fundamental para nosotros, pues, en el país, las inequidades se encuentran en el centro mismo de los resultados deficientes en materia de salud. Por ejemplo, mientras que la esperanza de vida de un panameño de la ciudad es de 80.6 años, en nuestras comarcas indígenas apenas llega a 71 años. De hecho, los habitantes de nuestras provincias más ricas viven casi diez años más y en mejores condiciones que los panameños de nuestras tres comarcas. Peor ocurre para la mortalidad infantil, la cual es dos o tres veces mayor en las comarcas que en las provincias más ricas; y con la mortalidad materna que es cuatro veces mayor en las comarcas que en las provincias con mejores condiciones de vida.
En este contexto, es fundamental que este asunto de los determinantes políticos de la salud sea el referente para la definición de prioridades _ que procuren la equidad en salud, y muestren resultados _ por parte del gobierno en los dos años que le quedan de gestión; de suerte que los procesos exitosos en marcha incentiven a los diferentes actores políticos que ya comenzaron a mostrar su interés de instalarse en el palacio de Las Garzas a partir del 2024. Ese poder de convocatoria de los buenos resultados visibles de manera oportuna también debe ser suficiente para sumar al sector empresarial, el cual aportará el necesario valor agregado al proceso en marcha. Pero el más sustancial determinante social será la participación efectiva de la sociedad organizada, pues, tanto al Gobierno como a la empresa privada, le interesa tener un buen “rating” entre la población.
No menos importante, será una buena dosis de transparencia y solidaridad de parte de los participantes, deponiendo agendas personales, gremiales, sociales, empresariales, políticas, partidistas, religiosas, etc. A fin de cuentas, lo que queremos es un mejor país, para nosotros y las generaciones venideras.