La lectura del discurso del presidente Laurentino Cortizo en su toma de posesión el día de ayer, renueva mis esperanzas y expectativas por el compromiso con el abordaje de los que considero los dos más importantes determinantes sociales de la salud. El primero de ellos, lo que el presidente llama la “Sexta Frontera”: el combate contra la pobreza y la desigualdad. Y no menos importante, la lucha contra la corrupción, el clientelismo, la impunidad, que “nos roba a todos y amenaza nuestro futuro”.
En ese sentido, respondiendo al llamado de “unir fuerzas” que también nos hace el presidente en su discurso, comparto con ustedes las ideas centrales de dos artículos destinados a resaltar el impacto de la corrupción, la pobreza y la desigualdad, en la salud de los panameños. Hago votos porque las nuevas autoridades de salud tengan bien claro que la salud, como me enseñó mi maestro el Dr. Esquivel, no se produce en los hospitales, allí solo se curan enfermos y se cuentan fallecidos. La salud se produce en las comunidades. Y es allí donde debemos abordar los determinantes sociales que afectan el goce de la salud y bienestar en nuestra población.
Equidad en salud, desigualdad y pobreza multidimensional en el discurso del presidente
En su discurso el presidente manifiesta que “en la pobreza extrema y la desigualdad… se libra una guerra inhumana y feroz”, a la vez que subraya la existencia inaceptable de casi 800,000 panameños viviendo en condiciones de pobreza multidimensional. Deja claro además que luchar contra la desigualdad irrefutable que nos caracteriza, será su prioridad. Dice: “Qué tremenda responsabilidad tenemos… como gobierno y sociedad… con los que se han quedado atrás… No hay margen para la indiferencia… Nosotros no somos así…”.
Por mi parte, al igual que nuestro presidente, y la mayoría de los panameños; deploro que, en medio de tanta riqueza, se haya avanzado muy poco para mejorar las condiciones de vida en nuestras comarcas indígenas y provincias más pobres, y subrayo que para alcanzar la equidad en salud estamos obligados a comprometernos con superar la injusta desigualdad, alcanzar el desarrollo para todos en todos los lugares.
El discurso del presidente; equidad en salud y el Índice de Pobreza Multidimensional
Como señaló el presidente en su discurso, los resultados de la medición del IPM en Panamá para el año 2017 indicaron que el porcentaje de personas en condición de pobreza multidimensional se ubicó en 19.1%, lo que representó en términos absolutos 777,752 personas. Al desagregar la información por áreas geográficas, los resultados evidenciaron que en las comarcas indígenas fue en donde se presentó las mayores proporciones de personas pobres multidimensionales. La incidencia de pobreza multidimensional entre esos panameños fue: Comarca Ngäbe Buglé (93.4%), Comarca Guna Yala (91.4%) y Comarca Emberá (70.8%). El promedio de estos tres valores supera en 4.5 veces el valor del promedio nacional, lo que evidencia también con esta medida la disparidad existente y que ya era previamente conocida. ¿Cómo alcanzar la equidad en salud en esas condiciones?
Equidad en salud: pobreza, enfermedad y muerte
La necesidad de mejorar la salud en las comunidades más pobres y vulnerables del país atacando las condiciones sociales en las que viven y trabajan las personas, queda demostrada al examinar los indicadores que demuestran con mayor claridad el impacto de la pobreza multidimensional en la salud de las personas: la esperanza de vida, la mortalidad infantil y la tasa de mortalidad materna.
Mientras que la esperanza de vida de un panameño de la ciudad es de 80 años, en nuestras Comarcas Indígenas apenas llega a 71 años. De hecho, los habitantes de nuestras provincias más ricas, viven casi diez años más y en mejores condiciones que los panameños de nuestras tres Comarcas. Solo este indicador demuestra que en Panamá no hay equidad en salud.
Por otro lado, el análisis de la razón de mortalidad materna por provincias y comarcas, evidencia que ésta es diez veces mayor en las comarcas indígenas que en la provincia de Panamá. Este resultado evidencia el efecto de la elevada pobreza multidimensional sobre la mortalidad materna, y nos obliga a redoblar los esfuerzos en estos territorios. Estos datos deben ser orientadores de las estrategias que impulse el sector salud en estas regiones durante el próximo quinquenio.
En fin, la persistencia de condiciones adversas de salud principalmente entre la población más pobre del país, hace suponer que la búsqueda de la equidad en salud no ha sido una prioridad real en la agenda política de nuestros gobernantes, que han estado más preocupados en construir e inaugurar edificaciones, muchas veces innecesarias y, en no pocos casos, sin equipamiento ni recursos humanos adecuados. No se han ocupado de manera efectiva en fortalecer la capacidad de resolución del sistema de salud y mucho menos para promover lo suficiente las condiciones sociales que permitan actuar sobre los factores Determinantes de éstas.
El discurso del presidente y la lucha contra la corrupción
La corrupción en salud es el más importante Determinante Social del desempeño del sector salud, y por ende limita la posibilidad de alcanzar los logros deseados en Salud, el bienestar y la vida. La posibilidad de su presencia la ha favorecido el contexto político, social y económico definido por la clase gobernante de nuestro país.
De acuerdo con las NNUU “la corrupción es un delito grave que frena el desarrollo económico y social en todas las sociedades. Ningún país, región o comunidad es inmune. Cada año se paga un billón de dólares en sobornos y se calcula que se roban 2,6 billones de dólares anuales mediante la corrupción, suma que equivale a más del 5% del producto interior bruto mundial. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se calcula que en los países en desarrollo se pierde, debido a la corrupción, una cantidad de dinero diez veces mayor que la dedicada a la asistencia oficial para el desarrollo…”
Situación en Panamá aplicando estimaciones de las NNUU
Siguiendo esa línea de pensamiento, consideremos que nuestro PIB en los últimos cinco años fue de 190,394.12 millones de balboas (INEC). Pero de acuerdo a las estimaciones globales que nos señalan las NNUU, el 5% pudo haberse quedado en los bolsillos de los políticos corruptos. Esa cifra equivaldría (si ese hubiera sido el caso) a 9,519.7 millones balboas en los últimos cinco años.
En ese sentido, el discurso del presidente subraya que los recursos que perdemos por la corrupción, “Se los quitaron a los enfermos…, a los que sufren sin medicamentos…, en hospitales fantasmas…, en las canchas que no se construyeron…, donde ningún niño jugó. Recursos que se han podido utilizar para becas…, agua potable…, mercados comunitarios…, equipamiento de hospitales…, formación de docentes…, comida para las escuelas… para caminos de producción…:
En fin, cuántas enfermedades y muertes por enfermedades de todo tipo, directamente relacionadas con los determinantes sociales, se hubieran podido prevenir o tratar adecuadamente en un sistema público de salud libre de la ineficiencia, el clientelismo y la corrupción.
Conclusión: un discurso comprometido y esperanzador
El discurso del presidente es realmente comprometido y esperanzador. Como afirma un renombrado especialista en políticas públicas, en su artículo “Entre esperanzas y expectativas”: “Cortizo promete devolver a los panameños la confianza en las instituciones, a brindar servicios públicos eficientes y de calidad, a desaparecer la impunidad de los intocables, a gobernar con valores (ética y moral)”.
Y agrega: “el propósito es encomiable, el escenario escabroso, se requerirá de voluntad, temple y disciplina para revertir los vicios adquiridos, sólo posible si el “buen gobierno” entiende que ha de sustentarse en una gestión transparente que recupere la institucionalidad, atienda la inequidad social, ejercite la gobernabilidad, promueva la gobernanza mediante la consulta y participación real de los ciudadanos, generando nuevas y oportunas capacidades”.
Yo confío en el discurso del presidente, y me siento optimista. Solo agrego, por un lado, que los panameños debemos vencer la apatía, apoyar con entusiasmo la gestión transparente del nuevo gobierno para recuperar la institucionalidad y atender las inequidades. Pero, por otro lado, estamos obligados a mantenernos vigilantes del cumplimiento diario de esta esperanzadora declaración, pues nuestra historia está llena de promesas que no llegaron a hacerse realidad.
Buen momento para la implantación sistemática de los instrumentos de medición de riesgos individuales y familiares para la salud. Iniciando en la comunidades indígenas.
Buen momento!