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Obesidad y COVID-19

Me refiero en esta entrega a la nefasta relación entre obesidad y COVID-19, un asunto de gran relevancia para los panameños, pues, como he señalado en publicaciones anteriores, en Panamá la obesidad y sobrepeso, es un grave problema de salud pública que afecta a cerca del 50% de los panameños, y ahora, en el contexto de la epidemia de COVID-19, las enfermedades del sistema circulatorio, en especial la hipertensión arterial; junto con la diabetes mellitus, la obesidad y el tabaquismo, son las principales enfermedades concomitantes y factores de riesgo presentes en la mayoría de los fallecidos por el COVID-19.

En ese contexto, con el propósito de poner de relieve la importancia de la asociación entre obesidad y COVID-19, comparto a continuación un resumen de algunos argumentos que nos ofrece The Conversation sobre el tema y los invito a la lectura completa de los mismos.

Obesidad y COVID-19

En el artículo titulado COVID-19: por qué la obesidad es un factor de riesgo, se señala que, “después de un año y medio de la pandemia de COVID-19, la comunidad científica ha tenido tiempo para investigar la enfermedad y las particularidades de su desarrollo. En ese sentido, después de la edad, la obesidad se considera ahora el segundo factor de riesgo más importante de hospitalización tras la infección por el SARS-CoV-2. No obstante, siguen existiendo dudas sobre los mecanismos implicados y, en particular, sobre el papel del tejido adiposo en la gravedad de la enfermedad.

Desde el comienzo de la epidemia, se han acumulado datos que demuestran que, entre los pacientes de COVID-19, alrededor del 5% son hospitalizados en cuidados intensivos debido a un aumento de su sistema inmunitario asociado a una reacción inflamatoria excesiva. Es la llamada “tormenta de citoquinas”. Los pacientes obesos parecen ser especialmente vulnerables a esto.

¿Por qué acumular grasa corporal nos hace más vulnerables a la enfermedad?

En la publicación de “Por qué acumular grasa corporal nos hace más vulnerables a la COVID-19”, se ofrecen los siguientes argumentos:

  • El SARS-CoV-2 entra en las células del organismo cuando una proteína de su envoltura, la llamada spike o proteína S viral, se une con la enzima convertidora de angiotensina tipo 2, molécula de la membrana de varios tipos de células humanas. En el fenotipo obeso, la expresión de estas moléculas de membrana en el tejido adiposo aumenta. Y eso convierte a la grasa en reservorio ideal del virus tras su entrada en el organismo, permaneciendo en el cuerpo de los pacientes con obesidad durante más tiempo.
  • Por si fuera poco, en modelos animales de obesidad se ha observado que la enzima convertidora de angiotensina tipo 2 también aumenta en las células pulmonares. Eso implica un mayor número de sitios de unión para el virus y favorece la entrada de partículas virales en el epitelio pulmonar. La intensidad de la infección aumenta, como también la respuesta local en los pulmones, principal lugar en el que se libra la batalla para evitar el desarrollo de la COVID-19.
  • A esto hay que añadirle que las personas con obesidad presentan un estado inflamatorio crónico de bajo gradoque activa una respuesta inmune local caracterizada por la movilización de células inmunes productoras de sustancias proinflamatorias.
  • Esto da lugar a una respuesta inmune deficiente que aumenta la susceptibilidad a las infecciones, entre ellas la producida por el SARS-CoV-2. Este déficit inmune, junto con la situación previa de inflamación, puede ampliar la conocida tormenta de citoquinas desencadenada tras la infección viral, produciendo un empeoramiento de los síntomas.
  • Por otro lado, el exceso de grasa abdominal de las personas con obesidad impide el correcto desplazamiento del diafragma durante la respiración, reduciendo la capacidad pulmonar y generando dificultades que predisponen al desarrollo de infecciones respiratorias
  • En resumen, el exceso de grasa corporal no hace sino empeorar los síntomas de la infección por SARS-CoV-2 e incrementar el riesgo de hospitalización y muerte.

Ejercicio físico, obesidad y COVID-19

Finalmente, en su artículo ¿por qué la pérdida de peso es fundamental en la lucha contra la COVID-19?, los científicos reiteran que, el sobrepeso y la obesidad se caracterizan por una excesiva acumulación de grasa corporal. Esta conlleva una mayor susceptibilidad a enfermedades cardiovasculares, hipertensión, diabetes tipo 2, problemas respiratorios o cáncer, entre otros.

  • Agregan que, la obesidad que evoluciona con acumulación de grasa en el interior de la cavidad abdominal (grasa visceral) es la que más problemas de salud causa. En este sentido, la severidad y mortalidad de la COVID-19incrementan con el índice de masa corporal (IMC), el parámetro que se utiliza para definir la obesidad. Esto ocurre porque el aumento del tejido adiposo, sobre todo de la grasa visceral, se asocia a alteraciones metabólicas (diabetes, hipertensión y enfermedad coronaria). A su vez, estas incrementan el riesgo de COVID-19 grave y de muerte. Además, la obesidad se asocia a menores niveles circulantes de vitamina D, lo cual puede repercutir negativamente en la respuesta inmune, y también conlleva cambios de la microbiota que parecen contribuir a una respuesta antiviral deteriorada.

En ese sentido, los autores se preguntan si el ejercicio físico y restricción calórica, pueden ser herramientas contra la COVID-19. Sobre esto ponen de relieve que, el balance energético negativo (gastar más calorías de las que se toman) necesario para reducir el peso corporal se puede lograr a través de la restricción calórica (comer menos de lo habitual), el ejercicio físico o ambos. La evidencia científica indica que el método más eficaz es la combinación de ambos.

El ejercicio como multiherramienta frente a la COVID-19

Finalmente subraya que, el ejercicio físico regular protege frente a la obesidad y COVID-19 por múltiples mecanismos. No solo permite disminuir el grado de obesidad y la grasa visceral, proporciona efectos antioxidantes y antinflamatorios y potencia el funcionamiento del sistema inmune. También mejora la capacidad cardiorrespiratoria, el metabolismo de la glucosa y los lípidos. Además, ejerce efectos beneficiosos sobre la salud mental (el estado de humor y las funciones cognitivas, especialmente la memoria).

Por ello, debe vislumbrase como estrategia preventiva frente a los efectos de las dos pandemias: la obesidad y la COVID-19.

Aunque la vacunación constituye la principal herramienta en la lucha contra la pandemia, la evidencia científica indica menor mortalidad y severidad de la COVID-19 en quienes hacen ejercicio de forma regular y siguen una alimentación sana, fundamentalmente vegetariana.

Nos queda aún por determinar cuáles son los mecanismos moleculares por los que actúa el ejercicio. También cuál es tipo de ejercicio más beneficioso o qué cantidad es la más recomendable. En ello estamos.

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