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Mortalidad infantil en Panamá

Los invito a reflexionar sobre la situación de la mortalidad infantil en Panamá y en el mundo, aprovechando el informe del Grupo Interinstitucional de las Naciones Unidas para la Estimación de la Mortalidad en la Niñez. Es una tragedia generalizada que estamos obligados a prevenir y no debería aceptarse nunca como inevitable.

Para ello comparto resumen de Nota de Prensa de la OPS, complementado con una breve mirada a la situación de la mortalidad infantil en Panamá en el quinquenio 2017-2021, y los invito a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para evitar la trágica pérdida de cientos de niños que ocurrirá anualmente en el país si no aceleramos _ como recomienda el informe _ “los esfuerzos para reducir la mortalidad infantil en todo el proceso de atención, comenzando con la atención prenatal, con las inversiones, la voluntad y las políticas adecuadas para garantizar que todos los niños sobrevivan”.

Mortalidad infantil: resumen del informe del Grupo Interinstitucional de las Naciones Unidas para la Estimación de la Mortalidad en la Niñez

En el mundo, de acuerdo con informe del Grupo Interinstitucional de las Naciones Unidas para la Estimación de la Mortalidad en la Niñez (IGME, por sus siglas en inglés), cinco millones de niños y niñas murieron antes de cumplir cinco años y otros 2.1 millones de niños y jóvenes de entre 5 y 24 años perdieron la vida en 2021. En Panamá, a pesar de los macro indicadores económicos que publicamos orgullosos,  cada año fallecen alrededor de 1,000 niños menores de un año (12 por cada 1,000 nacidos vivos).

Subraya de entrada que, “cada día hay demasiados padres y madres que se enfrentan al trauma de perder a sus hijos, a veces incluso antes de que respiren por primera vez. Se trata de una tragedia tan generalizada y que es posible prevenir no debería aceptarse nunca como inevitable. El progreso es posible mediante una voluntad política más firme y una inversión específica en el acceso equitativo a la atención primaria de salud para todas las mujeres y todos los niños”.

Agrega el documento que, “los informes muestran no obstante algunos resultados positivos, ya que desde el año 2000 ha disminuido el riesgo de mortalidad en todas las edades a escala mundial. La tasa de mortalidad de menores de cinco años se redujo en el mundo en un 50% desde principios de siglo, mientras que las tasas de mortalidad de los niños de mayor edad y de los jóvenes disminuyeron en un 36%, y la tasa de mortinatalidad se redujo en un 35%. Esto se puede atribuir al aumento de las inversiones en el fortalecimiento de los sistemas de salud primaria en beneficio de las mujeres, los niños y los jóvenes”.

Sin embargo, “los avances se han reducido significativamente desde 2010, y 54 países no alcanzarán la meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) relativa a la mortalidad de menores de cinco años. Si no se toman medidas rápidas para mejorar los servicios de salud, casi 59 millones de niños y jóvenes morirán antes de 2030, y casi 16 millones de bebés nacerán muertos, según advierten los organismos”.

Recalca el informe que, “es tremendamente injusto que las posibilidades de supervivencia de un niño puedan depender únicamente de su lugar de nacimiento, y que haya desigualdades tan pronunciadas en el acceso a los servicios de salud que salvan vidas. Los niños de todo el mundo necesitan sistemas sólidos de atención primaria de la salud que satisfagan sus necesidades y las de sus familias, para que tengan el mejor comienzo en la vida y esperanzas para el futuro, independientemente de dónde nazcan”.

En América Latina y el Caribe, la mortalidad en niños menores de cinco años se redujo en un 50% entre 2000 y 2020, y las tasas de mortalidad en niños mayores y jóvenes disminuyeron en un 18%.

Sin embargo, “sigue habiendo importantes disparidades en las tasas de mortalidad infantil entre los países de las Américas y dentro de ellos: En Cuba y Uruguay, por ejemplo, la tasa de mortalidad de menores de cinco años es de 5 y 6 muertes por cada 1,000 nacidos vivos, respectivamente, mientras que, en la República Dominicana y Haití, la tasa es de 34 y 60 muertes por cada 1,000 nacidos vivos, respectivamente”. Nosotros, como veremos más adelante, nos colocamos justo en el medio, con una TMI de 13.6 muertes por cada 1,000 nacidos vivos.

Subraya el informe que, “muchas de estas muertes se deben a malformaciones congénitas y complicaciones por haber nacido antes de tiempo. A medida que crecen, la violencia, las lesiones en las carreteras y el suicidio son algunas de las principales causas de muerte. La mayoría de las muertes infantiles son evitables. La ampliación de la atención primaria, el fortalecimiento de los sistemas de salud y la armonización de las estrategias y la financiación entre sectores y partes interesadas son fundamentales para reducir la mortalidad infantil en la Región”.

En todo caso, “el acceso a una atención de salud de calidad y su disponibilidad siguen siendo cuestiones de vida o muerte para los niños y niñas de todo el mundo. La mayoría de las muertes infantiles se producen en los primeros cinco años, y la mitad de ellas en el primer mes de vida. En el caso de los bebés más pequeños, el nacimiento prematuro y las complicaciones durante el parto son las principales causas de mortalidad. Del mismo modo, más del 40% de las muertes prenatales se producen durante el parto, aunque la mayoría podrían evitarse si las mujeres tuvieran acceso a una atención de calidad durante el embarazo y el parto. Para los niños que sobreviven más allá de sus primeros 28 días, las enfermedades infecciosas como la neumonía, la diarrea y el paludismo suponen la mayor amenaza”.

Refiriéndose a la COVID-19 el informe pone de relieve que, “aunque no ha sido un factor directo en el aumento de la mortalidad infantil, ya que los niños tienen menos probabilidades de morir por esta enfermedad que los adultos, la pandemia podría haber agravado una serie de riesgos futuros para su supervivencia. En particular, los dos informes destacan la preocupación por las interrupciones de las campañas de vacunación, los servicios de nutrición y el acceso a la atención primaria de salud, que podrían poner en peligro su salud y bienestar durante muchos años. Además, la pandemia ha provocado el mayor retroceso prolongado en la vacunación en tres décadas, una situación que expone a los recién nacidos y niños más vulnerables a un mayor riesgo de morir por enfermedades que se pueden evitar”.

Finalmente, para poder abordar efectivamente la mortalidad infantil, se subraya la necesidad de fortalecer los sistemas de información, al afirmarse que, “los informes también señalan la existencia de lagunas en los datos que podrían menoscabar gravemente el impacto de las políticas y programas diseñados para mejorar la supervivencia y el bienestar de la infancia. En un informe separado, el grupo reveló que 1.9 millones de bebés nacieron muertos durante el mismo periodo. Muchas de estas trágicas muertes podrían haberse evitado si las madres, los recién nacidos, los adolescentes y los niños tuvieran un acceso equitativo a una atención sanitaria de alta calidad”.

Acceda al informe completo y los datos aquí y al informe de muerte fetal aquí

Una breve mirada a la situación en Panamá

En nuestro país, a pesar de los macro indicadores económicos que publicamos orgullosos, la mortalidad infantil dista mucho de ser la menor posible. Cada año fallecen alrededor de 1,000 niños menores de un año (13.6 por cada 1,000 nacidos vivos), siendo las provincias de Bocas del Toro, Darién, y las tres comarcas indígenas las más afectadas. Y no podía ser de otro modo pues son las provincias y comarcas con mayor porcentaje de personas en condición de pobreza multidimensional y por encima del promedio nacional.

Y no olvidemos que entre el MINSA y la CSS manejaron en el 2022 un presupuesto de 10,000 millones de balboas (CSS: 6,500.7 y MINSA: 3,500), equivalente al 36% del Presupuesto General del Estado, para la vigencia fiscal 2023, y cercano al 8% del PIB. Esta cantidad de dinero, administrada de forma eficiente, es más que suficiente para comenzar la transformación que necesitamos en nuestro sistema de salud y atender con efectividad y equidad las necesidades de salud del binomio materno infantil.

Sin embargo, ese presupuesto no es suficiente para disminuir de manera más efectva la mortalidad infantil en Panamá. Como es sabido y no se resuelve, “La segmentación del sistema de salud panameño y la fragmentación de los servicios de salud son las principales causas del bajo desempeño de los servicios de salud y por lo tanto del pobre rendimiento general de los sistemas de salud. Las dificultades de acceso a los servicios que enfrenta la población, los servicios de pobre calidad técnica, el uso irracional e ineficiente de los recursos, la baja satisfacción de los usuarios, son algunas de las consecuencias que genera la fragmentación por sí misma o en conjunto con otros factores”.

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